lunes, 14 de septiembre de 2015

Día 5

El verano ha sido duro, pero he vuelto. Me gustaría pedir disculpas por mi ausencia, ya que ésta no se halla falta de motivos:
Tenía cuatro empastes de metal. A mediados de Julio, sin embargo, se derritieron. Se fundieron debido al calor y me provocaron, en la boca y en la garganta, quemaduras de primer grado, de segundo grado, de tercer grado, de licenciatura y de máster. 
Ah, también mis gafas eran de metal. Cuando llegué al hospital parecía un cuadro de Dalí. Me he tirado todo el verano entre el hospital y los cuidados intensivos. Alimentándome con suero y foie gras intravenoso y, cada vez que sentía que las quemaduras me ardían demasiado, buscando en google la sonrisa de Esperanza Aguirre para sentir frío. 
No ha sido un verano fácil. 
Pero ya estoy recuperado, listo para el nuevo curso, listo para volver a enfrentarme a Surbús y listo para volver a escribir. 
En esta primera entrada no voy a entretenerme mucho, puesto que en lo que va de verano no he viajado apenas en autobús. Sólo en las pesadillas, pero tienen un alto contenido lleno de subjetividad así que no tengo en cuenta estos viajes a efectos de cómputo. 
Voy, aparte de anunciar que he vuelto, a dejaros con una reflexión. Tanto reposo me ha dado mucho tiempo para pensar y, como ante todo, soy estudiante de psicología y usuario del transporte público, he meditado sobre esta cuestión:
Para ser psicólogo hacen falta dos cosas: 
1 - Intuición/empatía/sentido común sobre la mente humana/llámalo X. Con esto se nace. Pero obviamente no es ni de lejos suficiente para ser un buen psicólogo. Pero sí necesario. 
2 - Todos los conocimientos que te aporta la carrera y que van más allá del simple sentido común y la empatía, y que son muchos más que los que la mayoría de la gente que no ha estudiado cree. Por eso se escucha tanto ese súmmum de la ignorancia y la vanidad tal que  "es que ir al psicólogo no sirve para nada. Lo que te va a decir él te lo puedo decir yo". 

Estas dos cosas son necesarias para ser psicólogo. La segunda es mucho más importante que la primera, pero debes tener las dos en perfecta simbiosis. Ahora bien. ¿Cómo saber si alguien las tiene?
El punto dos es muy fácil. Que te enseñe su título académico. ¿Lo tiene? Perfecto. 
Pero ¿Cómo sabemos quién tiene el punto uno? Esa intuición, esa empatía, esa comprensión de la mente humana que todo el mundo asegura tener pero que luego deja tanto que desear...

Muy fácil. En los asientos que dan al pasillo del autobús, si la persona se sienta sola, fijaos en si se sienta en el asiento de dentro o en el asiento de fuera. Y no hablo de un viaje de un minuto que sea de una parada a otra, no, no. Viajes largos. ¿Nunca habéis visto a gente que nada más llegar se sienta en el asiento de fuera, bloqueando el paso para el asiento libre que tiene a su lado, y se queda así todo el viaje? 
Pues si esa persona tuviera esa intuición nata de la que hablamos... Tendría que saber que hay algunas personas a las que les da corte acercarse, llamarles la atención y decirles "Disculpe ¿Me deja pasar al asiento de dentro?"
Hay gente que se queda de pie, mirando el asiento vacío, casi relamiéndose. Viendo cómo la corta distancia que hay entre él y la comodidad se ve truncada por una línea que ha tomado la forma de un gilipollas sin sentido común. 
Si eres uno de esos gilipollas anónimos que en un viaje largo te coges el asiento de fuera pensando "bah, si alguien quiere sentarse en el de dentro ya me lo pedirá"... Piénsalo si quieres. Pero nunca, nunca le digas a alguien que no vaya al psicólogo porque para lo que le va a decir, tú le puedes dar mejores consejos. 



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