martes, 17 de febrero de 2015

Día 4

Lo bueno que tienen los días de lluvia en Almería es que, cuando comienzan a dolerte las piernas de esperar de pie el autobús y los pies de tenerlos empapados y fríos en la intemperie, la gente nunca se da cuenta de que estás llorando. También, otra de las cosas buenas que tiene es que no son días aburridos. Siento lástima de esas otras ciudades donde la gente sólo tiene que abrir el paraguas para resguardarse de la lluvia, despreocupándose absolutamente de todo lo demás. ¿Qué gracia tiene eso? Es como comprar pipas ya peladas. No, aquí eso es un desafío, porque si hay lluvia, hay viento. Y pobre de aquél que vaya con el pensamiento de "bueno, parece que está apretando la lluvia. No pasa nada, cogeré el paraguas que me compré el otro día en el chino y recorreré la Avenida Mediterráneo sin problemas". 
A este desafío del viento se le junta el hecho de que los almerienses, por el mero hecho de vivir en Almería, estamos desentrenados en el uso de los paraguas. En los días de lluvia, hay mucha más gente en urgencias debido a que se han pillado un dedo con la pestaña del mecanismo que abre el paraguas plegable o que han perdido un ojo debido a un despiadado taco de alguna varilla del paraguas de otra persona, más que gente resfriada. 
Aquí estamos hablando de los almerienses en general. 
Luego están los universitarios almerienses. 
¿Quién no ha visto nunca la dramática imagen de un universitario saliendo del aulario sin haber terminado aún de meter los apuntes en su mochila, porque sus compañeros lo han dejado atrás ya que corrían el riesgo de perder el autobús si lo esperaban, e intentando frenéticamente meter los apuntes en la mochila con una mano mientras con la otra intenta abrir el paraguas? Entonces se pilla un dedo con el paraguas, suelta la mochila de la otra mano, se tropieza con ella, se le caen los apuntes y, apuntes y él, caen de bruces en el suelo empapado, mientras que el paraguas, que estaba medio abierto, debido a la aceleración y a la fuerza del viento se da la vuelta y se rompe. La estampa de esa masa de estudiante, apuntes, metal y tela, fusionándose en el suelo bajo la lluvia, siempre es bastante deprimente. Así es como muchos estudiantes han perdido, a la vez, paraguas, apuntes, dientes y dignidad. Ah y, por supuesto, el autobús.
Sin embargo, no todo es dicha para los que consiguen llegar sanos y salvos a la parada.  
Ahí entra en juego también la tortura psicológica. Esos minutos en la pantalla de "Parada Informativa", que deberían reducirse con el paso del tiempo pero no se reducen. Esos rumores a tus espaldas que, mezclados con el tamborileo de las gotas de agua en tu paraguas, dicen "Sí, es que los días de lluvia el tráfico se ralentiza muchísimo". Esas gotas de lluvia que, debido al viento, toman un inexorable ángulo de 45º, empapándote las piernas y los pies por mucho paraguas que tengas. Esa sensación de mirar a toda la gente que está reguardada dentro de las marquesinas, donde ya no queda espacio para ti. Esos segundos que pasan como horas, desde que ves el autobús a lo lejos hasta que finalmente llega a la parada. 
Y la cosa no acaba cuando el autobús llega. Ah, no. 
Ocurre una cosa muy dramática y es que, la gente está ya tan desesperada que, en cuanto el autobús se está acercando a la parada, en seguida pliegan sus paraguas para poder ponerse en primera fila, quedándose desprotegidos bajo el manto de lluvia. Debido a esa desesperación, olvidan que el conductor del autobús siempre, llueva o no llueva, se toma su tiempo para parar. En ocasiones parece que va a parar ya, pero siempre avanza un poquito más, y luego un poco más, con una masa de estudiantes empapados mirando la puerta como un perro hambriento mira un trozo de carne sobre una mesa, cual ejército de zombies. 
Luego, si los autobuses ya se llenan en los días normales, cabe imaginar cómo de cómodo son los autobuses los días de lluvia, cuando la demora ha sido mucho más larga y se han acumulado más estudiantes, cuando tienes los pies chorreando y cuando no sólo van los estudiantes si no que van también sus respectivos paraguas. 
Si el Triángulo de las Bermudas es el lugar donde más aviones y barcos desaparecen, los autobuses que vienen de la universidad son sin duda el lugar donde se dan más desapariciones de paraguas. Nadie recuerda cuándo empezó a echar de menos a su paraguas. Nadie recuerda haber visto un paraguas extraviado. Simplemente, desaparecen.
No obstante, los estudiantes más optimistas no se preocupan por eso. 
Piensan: "Bueno, no pasa nada, esta tarde me compro otro por un euro en el chino". 
Qué malo es olvidar dónde se vive. 

Nº de muertes: 56 (causa principal, neumonía)
Nº de heridos: 89 (causa principal, paraguas propios y/o ajenos)
Nº de desaparecidos: 32 (personas) y 284 (paraguas)

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