lunes, 21 de septiembre de 2015

Día 7

Siete. El número mágico. También es el número de minutos que se suponía que le quedaban al autobús. No obstante, no podía estar más errado. Pero ¡La aplicación me lo dijo! No sé por qué aún sigo confiando ella, porque no es la primera vez que me ha engañado. Al menos me engaña dos veces por semana. Eso lo sé. La otra noche lo comenté por primera vez, borracho y avergonzado, con mis amigos del bar. Amargados, confesaron que las suyas también los engañaban. Nos preguntamos por qué seguíamos confiando en ellas. Por qué cada mañana la abríamos y deslizábamos nuestros dedos sobre ella, mirándola como si no supiéramos que nos iba a engañar una vez más. Antes de responder a estas preguntas, en el bar comenzó a sonar "Papi Chulo" y nos pusimos todos a cantarla a base de berridos. Para cuando hubo acabado la canción, nuestro humor se había reavivado y ninguno recordaba ya de qué estábamos hablando.
No hasta esta mañana, cuando volví a deslizar los dedos sobre ella, cuando volví a confiar en ella, cuando ella volvió a engañarme. 
Al fin y al cabo, recordé, ella no me pertenece. No es algo que yo pueda reclamar. A pesar de que me ilusione con esas inmarcesibles promesas que nunca cumplirá, la aplicación nunca será mía. Es de Surbús. 
Mientras esperaba que llegara el autobús escribí dos novelas, un ensayo y un epitafio para un amigo que había muerto, quién sabe si de hambre, quién sabe si de frío, esperando al autobús tras depositar en la aplicación su confianza más ciega. 
Para cuando terminé tales menesteres aún me sobraba algo de tiempo, así que lo invertí en soñar despierto. No como expresión, sino literalmente. Creo que sólo los cetáceos y los usuarios de Surbús pueden hacerlo. ¿El motivo? Hay que madrugar demasiado para ir cómodo, y si te duermes profundamente seguramente te robarán. Por eso las personas que llevan varios años utilizando este servicio hemos aprendido a dormir sólo con un lado del cerebro mientras que con el otro permanecemos alerta a nuestras pertenencias. 
Soñé con una película de Transformers en la que las máquinas que se transformaban eran autobuses de Surbús. ¿En qué se transformarían los autobuses? En mi sueño el autobús se transformaba en el conejo de Alicia en el País de las Maravillas gigante, que utilizaba una de las ruedas a modo de reloj y, desorientado, lo miraba todo el tiempo diciendo: "¡Llego tarde, llego tarde!". 
Después utilizaba otra de sus ruedas a modo de Ipad y actualizaba la aplicación de Surbús para que los que lo estuvieran esperando no cayeran en un ataque de ansiedad. 
Al final del sueño aparecía la Reina de Corazones, que se acercaba al conejo y le decía que no se preocupara, que diría que la culpa era de los estudiantes, que tendrían que madrugar más. 

3 comentarios:

  1. Muy acertado, creo que tu iniciativa para protestar por este servicio está genial. Ójala se uniera más gente y pudiera servir de algo.

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  2. Muy acertado, creo que tu iniciativa para protestar por este servicio está genial. Ójala se uniera más gente y pudiera servir de algo.

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    1. ¡Gracias! Me alegro de haber llegado al menos a una persona. Estaría bien que el alcalde opinase como tú.

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